«Fui creyente católico por varios años, y aunque desde la Secundaria y Universidad, empecé a estudiar más de cerca el método y práctica racional científico, sostuve una postura en donde justificaba cualquier incoherencia del pensamiento cristiano, con alguna razón superficial. Sufrí de disonancia cognitiva severa, se podría decir. La falacia de autoridad, en donde empleaba a prominentes científicos que fueron creyentes, era lo que me servía de sostén. Empecé a buscar evidencias que sustentaran mis argumentos y poco a poco me di cuenta de que en realidad, no existen. Las mismas personas que consideré "autoridades y maestros" no podían dejar de ofrecer argumentos basados en fe. Cuando empecé a realizar preguntas más fuertes, me empezaron a tildar de hereje, apostata y otros adjetivos amorosos propios del creyente. Lo único que me ofrecía evidencia sólida y comprobable fue el conocimiento y método que la Ciencia y el Pensamiento Crítico que logré encontrar. Después de una fuerte y dolorosa lucha interna terminé dándome cuenta de mi error, y tomé la decisión consciente y madura de rechazar todo el engaño y adoctrinamiento religioso que había recibido, y no me arrepiento. Soy ahora una persona libre».